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¿Cuándo volverá el crecimiento?
- Joaquín Almunia
- Textos Amigos del País
- Data: 05/03/2012
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Transcripción de la conferencia pronunciada en el acto solemne de la entrega de los Premios Anuales de la SEBAP celebrado en el Saló de Cent del Ayuntamiento de Barcelona, a cargo de Joaquín Almunia, vicepresidente de la Comisión Europea y comisario europeo de Competencia.
¿Cuándo volverá el crecimiento? La pregunta es un poco arriesgada, pero como soy economista además de político... Los economistas hemos ido aprendiendo a lo largo del tiempo a responder a este tipo de preguntas aparentemente complicadas con frases que dejan un resquicio a la ambigu?edad y que no nos comprometen demasiado, a sabiendas de que nuestros pronósticos, normalmente, no se verán corroborados por la realidad, sino que se verán corregidos.
¿Cuándo volverá el crecimiento? Desde luego, este año, desgraciadamente, la respuesta es no. Hemos publicado a principios de año la actualización de las previsiones económicas para este año: en la zona euro va a haber lo que denominamos un “crecimiento negativo”, es decir, menos cero como algo, y en el conjunto de la Unión Europea 27, con algunas economías que ayudan a subir un poco el promedio, vamos a estar, según nuestras estimaciones, a 0. Por lo tanto, este año no va a haber crecimiento.
Lo hubo el año pasado, desde el año 2010 parecía que habíamos ido enderezando las cosas y que ya el impacto más fuerte de la crisis del 2007-2008 se había podido ir superando, habíamos hecho esfuerzos, habíamos tomado medidas en el sistema financiero y medidas para regular la actividad financiera, se había utilizado (como no se había hecho hace mucho tiempo) la política fiscal y presupuestaria para animar la economía y, con eso y con el apoyo de economías emergentes que seguían creciendo al 6, al 8 o al 10 %, habíamos vuelto a tener crecimiento. Pero la crisis de la deuda pública, que empieza en Grecia pero que después se ha ido manifestando a lo largo del 2010 en otros países, y el vínculo entre esta crisis de la deuda pública y la situación del sistema financiero con bancos que en sus balances tenían, y tienen, un volumen importante de activos que sufren las consecuencias de la crisis de la deuda pública, nos han vuelto a llevar, no a la situación de partida —la recesión en la que estamos en este momento es de esperar que sea una recesión más corta, bastante más corta que la anterior, y mucho menos profunda que la anterior—, pero en todo caso no tenemos crecimiento.
Es verdad que antes de la crisis no teníamos demasiado crecimiento en Europa. Había países que sí, había países que tenían tasas de crecimiento muy estimables. Algunos, no solamente España, pero es el caso de España, tenían unas tasas de crecimiento altas pero basadas en fundamentos muy frágiles que demostraron ser insostenibles. Había otros países que crecían porque estaban en un proceso de recuperación del tiempo perdido, de las décadas perdidas, como los países del centro y del este de Europa, la mayoría de los cuales iban creciendo a unas tasas bastante superiores a la media europea. Pero el corazón de Europa, las economías maduras de Europa, las grandes economías de los países industrializados, o más industrializados, de Europa, ya antes de la crisis tenían problemas de crecimiento o, más bien, problemas de poco crecimiento. Lo que llamamos el «crecimiento potencial» de las economías europeas era muy bajo, era un crecimiento propio de sociedades ya demasiado maduras, si se puede expresar así, con menor capacidad de innovación, con menor capacidad de asimilación de nuevas tecnologías, con menor capacidad de competir con economías emergentes muy dinámicas y basadas en exportaciones agresivas con costes de trabajo mucho más bajos que los nuestros, etc.
Las economías europeas, sobre todo las continentales, tenían no solo poca capacidad para correr la carrera a la misma velocidad que las economías emergentes, sino que, además de la rigidez, tenían un panorama de envejecimiento de la población que auguraba dificultades adicionales a medida que fuese pasando el tiempo... Por lo tanto, el crecimiento antes de la crisis en Europa, en general, no era un crecimiento suficiente, era o un crecimiento basado en fundamentos frágiles o un crecimiento que se iba agotando y al que no se le veían nuevos motores que pudiesen de nuevo impulsar esas cifras del PIB hacia arriba. La crisis, obviamente, no ha podido solucionar estas carencias que teníamos ya desde antes, sino que las ha agravado y las ha puesto de manifiesto y, por eso, es imprescindible hacer ajustes.
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